"Ya nací en guerra con el orden patriarcal que amenazaba mi vida y la de todas las mujeres: solo podía ser feminista" Itziar Ziga
El caso de Rosa Elvira Cely, no es únicamente el caso de Rosa Elvira Cely, es el caso de miles de mujeres que son violadas, maltratadas y asesinadas en Colombia. Es el hecho manifiesto de la agresión machista que todas las mujeres sentimos cada día caminando a la universidad, de pie, en el bus e incluso en nuestra propia casa.
La violencia contra las mujeres, lejos de tratarse de hechos aislados, hace parte de una estructura de dominación deshumanizante que reduce a las personas a ser simples objetos en función de un sistema, cuyo mecanismo de control social es el miedo. Así, es con miedo que debemos vivir siempre, es con miedo que debemos levantarnos a preparar el café para nuestro padre o esposo, es con miedo que debemos vestirnos de forma recatada, es con miedo que debemos salir de casa y subirnos en el bus, siempre con desconfianza, con miedo debemos dirigirnos a nuestro jefe, con miedo a hablar, con miedo a andar y a toda costa, por miedo, evitar respuestas a la agresión.
No ayuda a esta situación la precariedad de las instituciones de control y justicia colombianas, que de antemano han decidido que sólo unas vidas importan. Entonces, ¿qué hacer?, es ya lo suficientemente difícil romper el silencio y la sensación de normalidad ante las agresiones, para tener luego que pasar por complicados e inoficiosos trámites burocráticos en busca de un mínimo de justicia que, aun sabiendo que no va a llegar, nos empeñamos en conseguir.
Sin embargo, estamos dispuestas y seguimos en pie, en búsqueda de esa sociedad equitativa que nos reconozca como sujetas activas, políticas, capaces de transformar. Seguimos aquí, con el corazón desgarrado, pero con fuerza en la garganta para decirle a los hombres que no tienen derecho a decirnos y tocarnos lo que les venga en gana si no queremos, ni en la calle, ni en la casa, para decirle a todas las mujeres que tenemos el derecho y la obligación de levantarnos dignamente, de responder con todas las armas que tenemos, con la voz, con el puño y la patada. Porque no es normal que nuestra propia madre nos eduque para esclavas, no es normal que sean otros los que decidan la manera en que mostramos nuestros cuerpos, no es normal que el prototipo de mujer ideal sea siempre sumisa, que los medios nos vendan la idea de que el éxito de las mujeres reside en la realización plena de su feminidad, no es normal que desde el vientre nos veten el color azul, que nos prohíban amarnos entre nosotras si nos viene en gana, no es normal que hasta dios meta las narices en nuestros ovarios, porque no es normal vivir con miedo… Hay tantas cosas que no son normales, son violentas, profundamente violentas.
Nos reconocemos como mujeres atravesadas por múltiples opresiones, nos paramos nosotras como mujeres indígenas, negras, pobres, ricas, lesbianas, putas, trans, campesinas, urbanas, niñas, ancianas, estudiantes y obreras. Nos paramos desde la rebeldía para actuar, porque no estamos dispuestas a esperar que venga un estado disfrazado de príncipe azul que actúe por nosotras. Por eso hemos decidido actuar, porque nuestras manos, nuestros pies, nuestro pecho … nuestro cuerpo entero está dispuesto a luchar, nuestros cuerpos y nuestras ideas irán al frente en la pelea por el reconocimiento, por el derrocamiento de un sistema explotador y patriarcal.
Grupo de Danzas La Tulpa
--
Movimiento por la defensa de los derechos del pueblo-MODEP-BOGOTA
Vamos por la Democracia, el Poder y el Socialismo.
http://modepdistrital.blogspot.com/
0 comentarios