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El Movimiento por la Defensa de los Derechos del Pueblo – MODEP, ha emprendido la tarea de construir una política para la mujer bogotana, este blog hace parte de esa tarea, aquí iremos colocando los avances de la construcción de dicha política y todos los planteamiento, a manera de archivo, que el modep ha hecho referente al tema.

Estamos trabajando en tres sub grupos,

Grupo 1: Recoge lo que hemos construido en posición política.

Grupo 2: Recoger experiencias de otras organizaciones e investigar la situación de las mujeres.

Grupo 3. Preparar y desarrollar debates que nos permitan construir posición, establecer espacios de formación.

Grupo 4. Proponer acciones de masas.

¡Por el reconocimiento de los derechos de las mujeres, su exigibilidad y aplicación avancemos en la construcción de una política de la Mujer en el Modep!

Aunque no se cuenta con fuentes estadísticas confiables, para 2010 se registró que el total de maestros y maestras colombianas del sector público era de 310.932, de los cuales el 70% eran mujeres, aunque en cargos directivos docentes la mayoría está ocupada por hombres. Además, las maestras ocupan la totalidad de la docencia preescolar (96,3%), más de los tres cuartos de la primaria (76,0%), algo menos de la mitad de la secundaria (44,2%) y menos de un cuarto de la universitaria (22,6%).
A simple vista, los datos arrojan varias preguntas, ¿existe una división de género en el trabajo docente?, ¿qué implicaciones de orden laboral, político y cultural tiene la pirámide ocupacional del magisterio?, ¿hay correlación entre la representación y dominación patriarcal del trabajo femenino docente y las condiciones laborales del magisterio colombiano?

La siguiente reflexión explora varios asuntos: implicaciones laborales de la feminización del magisterio, problemas laborales de las mujeres docentes y reivindicaciones que las maestras debemos impulsar.

El capitalismo estructura las relaciones laborales en torno a dos ejes, de una parte la división del trabajo intelectual y manual, de otra parte, el trabajo productivo y el trabajo reproductivo, esto implica asumir como hipótesis que todas las ocupaciones están atravesadas por un eje de género y otro de clase. Por esto ser hombre o ser mujer, tiene una importancia al analizar cualquier campo laboral.
En sociedades capitalistas patriarcales como la colombiana un campo laboral en el que cuantitativamente predominan las mujeres, construye unas maneras de representar las mujeres, y determinar el tipo de "actitudes y comportamientos" que el Estado y la sociedad espera de ellas. A pesar de que las mujeres conquistamos el campo de trabajo y una relativa independencia económica, en gran parte de las sociedades se ha mantenido el modelo arquetípico de la mujer como "ama de casa", dedicada de manera abnegada y sacrificada al cuidado de su familia, arquetipo transferido a los lugares del trabajo.En el caso del magisterio colombiano, para muchas mujeres de clase media y popular, una vía de emancipación económica fue su vinculación a las Escuelas Normales y a las Facultades de Educación, que abrieron las puertas del trabajo docente en el sistema de educación público, pero socialmente su rol laboral estuvo asociado cultural y políticamente a labores conexas a la maternidad, el cuidado de los hijos y la obediencia a la autoridad, permitiendo que desde entonces (primera mitad del siglo XX) el cuerpo, la subjetividad, la sexualidad, la moralidad de las maestras fuera regulada por el Estado y la Iglesia, y quienes fungen en los lugares de poder institucionales, rectores y directivos. En la concepción patriarcal sobre la mujer trabajadora, y de manera particular sobre la maestra, el supuesto carácter dócil de las maestras es visto como la condición más que propicia para las pautas educacionales formuladas por los poderes políticos y culturales. Esto explica la actual división sexual del trabajo docente, en los niveles inferiores de la educación predominan las mujeres, mientras a medida que se avanza en los niveles de enseñanza crece la presencia masculina. Lo que queda consagrado en la legislación y en la supuesta escala salarial ya que se supone que a menor edad de los estudiantes, se requieren menos capacidades y menos conocimientos, por ende se trata de labores de menor importancia que la que agencian las y los maestros de niveles superiores. A partir de estas creencias provenientes del patriarcado magisterial se supone por ejemplo, que el trabajo docente en preescolar y primaria es menos exigente que en bachillerato y universidad, por lo que la carga laboral y número de horas en aula disminuye en escala inversa, menor en la universidad y mayor en preescolar.
La condición laboral-magisterial de las maestras se desconoce incluso en las reivindicaciones sindicales, pues se supone que ya existe unificación salarial y laboral en los dos escalafones, el 2277 y el 1278, así que la pelea simplemente es por mejorar para "todos", de manera "unitaria" las condiciones gremiales. Ya que las maestras continúan con jornadas más extensas, más agotadoras y más delicadas que los maestros, con un supuesto salario nominal igual. Como lo sostiene la investigadora Imelda Arana:
"La dedicación de las maestras de primeros grados es literalmente "completa y exclusiva" durante toda la jornada escolar al cuidado de grupos de niños y niñas de corta edad, en número de entre 30 y 40, a los cuales debe, además de brindar los cuidados básicos: conducir a los aprendizajes esenciales en lenguaje y comunicación, ciencias y educación ambiental, educación matemática, apreciación y expresión artística, motricidad fina y gruesa, actividad física, desarrollo social y afectivo, valores éticos y comportamiento moral; aproximarles al desarrollo de competencias para una vida sexual sana, el desempeño ciudadano, la vida laboral y el ejercicio de autonomía. Además hacerlo con métodos y procedimientos pedagógicos acordes a su desarrollo psicosocial, que implican la preparación diaria de variadas opciones de actividad escolar"(1).
La actitud que se espera y en la que decretos como el 1278 disciplina a las y los docentes es una prolongación de las tareas históricamente asignadas a las mujeres -relacionales y afectivas-, características del trabajo reproductivo. Estos prototipos laborales del ama de casa, tales como conformarse con un bajísimo ingreso, no esperar ascensos, soportar las humillaciones del esposo, han sido trasladadas del contexto doméstico, al sistema laboral docente. De hecho, la condición generada por el decreto 1278 es de vulnerabilidad, adaptabilidad, dedicación incondicional, flexibilidad horaria y capacidad para realizar diferentes tareas al mismo tiempo, cualidades del sistema patriarcal en tiempos de globalización neoliberal.
Esta femenización negativa del conjunto del magisterio, hombres y mujeres, no se define exclusivamente por la presencia mayoritaria de las maestras, sino por el discurso y las prácticas sobre lo femenino del trabajo docente que impulsa el Estado, el cual ha determinado un mercado laboral magisterial dominado por las características asignadas a las mujeres: baratas y dóciles.
Así se crearon condiciones laborales y subjetivas en las y los docentes que en sus espacios de trabajo regulados por el 1278 están condenados/as, a permanecer en una misma posición laboral durante toda su vida productiva, con muy pocas posibilidades de mejorar, ser promovido o valorado, dadas las dificultades de ascenso y por lo mismo mejora en la escala salarial.
Esta asociación de trabajo barato para la mano de obra femenina, en la estructura patriarcal regulada por la legislación laboral docente, hace que aquí se una de manera palpable capitalismo y patriarcado. Generando una condición que domina y subordina no solo a las docentes, sino también a los docentes, a través de un discurso feminizado: bajos salarios, inestabilidad, obediencia ciega a la autoridad, son la característica cotidiana de la escuela colombiana.
La condición anteriormente descrita, implica que en la lucha por una nueva educación y una nueva sociedad, el conjunto del magisterio asuma en serio una lucha por la dignificación cultural, laboral y profesional del trabajo docente y de manera particular del trabajo femenino magisterial.
Debe ser demolido el mito de la feminización del magisterio, no es cierto que el trabajo femenino puede ser más barato, no es cierto que las mujeres seamos más dóciles – por naturaleza-, no es cierto que las maestras de preescolar y primaria tienen labores más fáciles.
En primer lugar es fundamental que se equiparen los ingresos de las diferentes profesiones. En Bogotá, por ejemplo, un ingeniero, un sociólogo de cualquier dependencia distrital está por encima de los 3 millones de pesos, mientras que el de un maestro o maestra perteneciente al escalafón 14 del 2277, después de dedicar toda una vida de servicio en 2012 se está ganando 2 millones y medio; mientras que un maestro con titulode doctorado en el escalafón 3A del decreto 1278 de 2002 puede aspirar, cuando ha sorteado la difícil carrera de obstáculos darwinista de ascenso alcanza hasta 2 millones 900 mil pesos. Habría que decir que la mayoría de maestras y maestros del 1278 estamos en categoría 2 A, es decir recibimos un salario de 1 millón 300 mil pesos. Sin duda se trata de un magisterio salarialmente feminizado.
Además es fundamental incluir en los pliegos de peticiones la reivindicación propia de la condición laboral de las maestras, tales como auxilios a las maestras cabeza de hogar para la educación de sus hijos, mejor atención en los servicios de salud ante enfermedades profesionales propias de las maestras: mayor proclividad a la osteoporosis, alta tensión, condiciones diferenciales en situación de embarazo, mayor tiempo de licencia y durante la lactancia.
Con esto queremos proponer y promover un trabajo de sensibilización y educación en equidad de género para directivos y coordinadores que operan con prácticas de dominación masculina patriarcal. Muchas de estas exigencias también deben ser asumidas por los directivos sindicales del magisterio, quienes tienen prejuicios y temores ante las demandas femeninas, estigmatizadas como divisionistas y antiunitarias, una perspectiva de reconocimiento crítico de la feminización del magisterio y en consecuencia su dignificación, exige que en la práctica sindical se reconozca la diferencia de condición de hombres y mujeres en el escenario laboral y de participación política, promoviéndose condiciones de equidad reales para la participación de las maestras en los cargos directivos.
Como vemos, la situación no es fácil, pero hay esperanza.
Martha Yanneth Valenzuela Rodríguez
Docente Secretaria de Educación Bogotá.
Localidad San Cristobal Colectivo de Maestras y Maestros Viento del Sur – MODEP
1 Imelda Arana Sáenz," Configuraciones y transformaciones del magisterio femenino en 200 años de historia de Colombia". Revista pedagógica No. 27, febrero de 2012.

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Movimiento por la defensa de los derechos del pueblo-MODEP-BOGOTA
Vamos por la Democracia, el Poder y el Socialismo.
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