8 DE MARZO
DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER
EL PROBLEMA DE LA OPRESION DE HOMBRES Y MUJERES EN EL CAPITALISMO Y LA SOCIEDAD DE CLASES
Si bien la sociedad colombiana tiene como aspecto determinante el ser una sociedad neocolonial, principalmente capitalista con rezagos feudales, en la que las relaciones sociales están marcadas por esta condición, un proyecto emancipador revolucionario, que le apuesta a la conquista de las "cuatro todas"[1], implica considerar todas las formas de opresión existente, luchar contra ellas y aportar a desmontar la enajenación y el fetichismo que no permite a hombres y mujeres (incluidos los y las revolucionarios/as) conocer la realidad, enfrentarla y transformarla.
La opresión de la mujer, antecede a la existencia de las clases, es una estructura que ha generado una sociedad patriarcal de larga duración, y esta opresión contribuye a la dominación de la nación, de las clases opresoras y de los mismos hombres, produciendo relaciones familiares, sexuales, afectivas opresoras y alienadas que son naturalizadas en los espacios públicos.
Por eso, Viento del Sur quiere plantearles a las y los activistas del Modep[2] y a las diferentes organizaciones del movimiento democrático y revolucionario, que un aspecto de lucha contra el neocolonialismo, el capitalismo neoliberal, el imperialismo, el fascismo y el patriarcado, implica una discusión acerca de cómo se configura y desnaturaliza el lugar de la masculinidad patriarcal y la estructura de privilegios de género que portan los hombres en la sociedad de clases y que en muchas ocasiones es llevada acríticamente a la cotidianidad política de las relaciones sociales en general y entre compañeros y compañeras del proyecto político. En este 8 de marzo de 2013, la Revista Viento del Sur quiere proponer un debate sobre la constitución de la masculinidady una propuesta para una masculinidad revolucionaria ligada a la lucha por la emancipación de la Mujer.
QUÉ ES LA MASCULINIDAD?
La masculinidad es el conjunto de características, valores y comportamientos que una sociedad y una cultura impone como el "deber ser de un hombre", pero se trata de una construcción que se da en las relaciones sociales de género, en las que hombres y mujeres participan cómo sujetos desde hacer que nuestra política sea todavía más revolucionaria y consecuente, de lo que ya es hoy.
diferentes lugares de poder, y en el que participan las instituciones sociales, por ello en esta construcción se involucra el neoliberalismo, el catolicismo, el fascismo y el peso de la cultura mafiosa y paramilitar en el contexto colombiano.
La masculinidad dominante en nuestra sociedad se orienta a imponer a los hombres una manera rígida de comportarse, basada en aspectos de poder, violencia, asociados con la virilidad, como por ejemplo, estar siempre dispuesto a las relaciones sexuales a cambio de conceder reconocimiento, prestigio, dinero o cariño; características que el hombre debe mostrar y reafirmar constantemente, es decir, siempre debe estar demostrando que es un hombre viril.
Los rasgos de la masculinidad dominante colombiana cristalizada en atributos preciados y defendidos para que el VARON se sienta verdadero hombre son: poderoso, fuerte, rudo, mujeriego, independiente afectivamente, competitivo, ostentoso, dominante, triunfador, seguro de sí mismo y opuesto a lo tradicionalmente considerado como femenino: emotivo, tierno, delicado, débil, sensible. Esto conforma una estructura de privilegios masculinos sobre los que se soporta gran parte de la opresión de la mujer. Tales atributos están presentes incluso en el seno de los activistas de las organizaciones revolucionarias, en las que él, se dice a sí mismo y a su compañera, que como está dedicado a la lucha revolucionaria, sus fallas y errores quedan excusados, es decir, las relaciones patriarcales de pareja quedan sin lugar de discusión y sin posibilidad de reflexión y transformación radical.
PROBLEMAS DE LA MASCULINIDAD EN LA LUCHA REVOLUCIONARIA
1. EL ASUNTO DEL EJERCICIO DEL PODER
Aún es común que desde la infancia se eduque a los hombres para que tomen decisiones y den órdenes, es decir, para que ejerzan el poder, en el ámbito privado y sobre todo en el público. Se asocia el poder a la figura masculina. Este imaginario trunca el ejercicio del poder de muchas mujeres, por ejemplo cuando una mujer asume posiciones de liderazgo en la organización, suele verse enfrentada a dificultades dadas por las relaciones tradicionales de género, cómo la no aceptación de ese liderazgo por parte de sus compañeros por creer que los hombres no deben ser mandados por mujeres, o que las opiniones y/o decisiones de ellas son poco importantes por estar ligadas a lo emocional e intuitivo. Muchas veces los debates fuertes en el seno de las organizaciones políticas los generan las mujeres, prueba de que lo emocional no debe ser contrapuesto a su punto de vista político, o entenderse como una debilidad, al contrario, debe ser entendido el ámbito de las emociones, como una posibilidad más para la comprensión de la realidad.
Se han dado casos en que frente a las mujeres líderes, los hombres asumen dos opciones, se atemorizan porque no aguantan una mujer con mando, o creen que se trata de mujeres sin sentimientos, ni compromisos afectivos y por tanto son susceptibles de ser atacadas y desautorizadas. No obstante, el poder patriarcal esta tan arraigado en las subjetividades de las personas, que las mismas mujeres, aun siendo integrantes de una organización política, es decir, siendo sujetos políticos de un proyecto revolucionario, agencian roles del poder patriarcal para competir con otras mujeres e incluso, oponerse a que algunas compañeras asuman liderazgo, y no necesariamente por su postura política, sino porque la tarea patriarcal de dividir a las mujeres, viendo en la otra una oponente, una rival, rescata vicios del neoliberalismo como la competencia, el individualismo incluso la envidia y calumnia.
2. LA VIOLENCIA PATRIARCAL CONTRA LA MUJER
Cargamos 10 mil años de patriarcado, los hombres somos incitados a comportarnos violentamente, tanto física, verbal y simbólicamente, así no seremos rechazados por otros hombres y, seremos respetados, codiciados y adulados por las mujeres que supuestamente prefieren un hombre violento
bajo la falacia del hombre protector. La violencia patriarcal es el abuso de poder que un hombre comete en contra de una persona a la que se le atribuyen rasgos femeninos, utilizando o no la fuerza, con el propósito de someterla para que haga o deje de hacer algo, y de esta manera controlarla y causarle daño. La violencia física está presente en muchas relaciones de pareja entre revolucionarios, también la violencia verbal y simbólica. Muchas veces no se tiene consideración de la condición de las mujeres, y se pide que todas las mujeres tengan las mismas responsabilidades. Compañeras y compañeros tienen el ideal de la activista como "mujer sin ataduras", (pequeñoburguesa, soltera, sin hijos) y no se puede ver que hay diferencias entre una mujer sin hijos, una con hijos, una embarazada, con diferencias en disponibilidad física y emocional, estados de ánimo, tiempos laborales. Esta falta de mirada diferenciada de las condiciones y particularidades, restringe la participación política de las mujeres, especialmente las de los sectores populares.
Este tipo de condicionamientos que están ligados a la clase, al género, a la raza, a la edad, a la composición familiar, etc., deben ser reflexionadas y asumidas también por los hombres, como por ejemplo una paternidad responsable y los oficios domésticos compartidos (cuando no socializados), que daría lugar y tiempo a su compañera, hija, madre, camarada para el trabajo político. En medio de la violencia patriarcal que se ejerce contra las mujeres, muy soterradamente está el amor como mecanismo de subordinación hacia las mujeres. Para las mujeres el amor no es sólo una experiencia posible (como para los hombres), las experiencias con el amor definen a las mujeres, nos encontramos muy frecuentemente con comentarios que ubican a las mujeres como seres "hechos para amar", y para muchas amar es su principal deber.
El amor está en el cuerpo, pero ante todo en el imaginario de cada persona. Muchas mujeres incluso las politizadas, mantenemos el amor en formas tradicionales, como por ejemplo idealizándolo, es decir soñando una manera de ser amadas y sufriendo de desamor con los seres concretos con los que nos relacionamos en el presente. Además la moral amorosa tradicional, exalta como una virtud femenina que las mujeres estemos dispuestas a ser el complemento de otros, sin evaluar nuestras propias necesidades afectivas. Así las mujeres, tendemos a asumir el amor de manera dependiente, reprimiendo nuestros propios deseos y condicionando nuestro compromiso político a cambio de recibir el amor idealizado de su pareja. Una perspectiva emancipadora debería permitirnos asumir la experiencia amorosa sin fetiches ni enajenación, viviendo esta relación social con conciencia histórica.
3. LA ESTRUCTURA PATRIARCAL DE LA SEXUALIDAD EN EL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO
La escasa discusión y reflexión frente a las relaciones de género en las organizaciones, naturaliza y legitima que en varias organizaciones revolucionaras las mujeres activistas sean consideradas objetos de conquista, no importa que no sienta amor, o incluso deseo sexual, lo importante es demostrar constantemente su "potencia sexual" y su capacidad de controlar y someter a la mujer. Esto genera una ausencia de reconocimiento con el lugar político de las compañeras. Existen compañeros a los que no nos importa lo que socialmente se diga de nuestra compañera, o de la mujer con la que hemos tenido una relación. No se es consciente del papel corrosivo y desmoralizante del rumor y de los juicios y prejuicios que se ejerce hacia las mujeres en nuestra sociedad. Desafortunadamente se juzga a las mujeres, más por el papel de sus compañeros sentimentales, que por sus propios actos. En una sociedad patriarcal, si el hombre es mujeriego y mantienen relaciones afectivas y sexuales ocasionales, es valorado, incluso admirado por su astucia y respetado en sus decisiones por ser del ámbito personal, por ello, tímidamente criticado en el interior de una organización política, mientras el "agua sucia" del rumor y del desprestigio afecta la feminidad de su compañera, pasando por su configuración como sujeto político revolucionario. En el modelo dominante demasculinidad se promueve que el hombre tenga relaciones sexuales con varias mujeres aunque tenga pareja estable, pues se cree que entre más conquistas logre, más hombre viril es. Incluso este desfogue de virilidad se materializa en muchos casos en pagar por sexo, bajo consecuencias como la de adquirir enfermedades de trasmisión sexual y contagiar a su pareja estable. Mientras que si se tratase de la infidelidad femenina, existente en todas las sociedades, la mujer infiel debe enfrentarse al estigma de que es una mujer fácil a la que se le rechaza o se le acosa, perdiendo ante los ojos de los y las demás sus derechos sexuales, generando presiones que afectan su trabajo político. Esto contribuye a fortalecer el patriarcado, ya que una mujer desprestigiada ve su capacidad de liderazgo y reconocimiento afectado y disminuido. POR UNA MASCULINIDAD Y UNA FEMINIDAD PARA LA EMANCIPACION Y LA LUCHA POR EL PODER, LA DEMOCRACIA Y EL SOCIALISMO
Pero, ¿cuál debe ser la utopía de una masculinidad y feminidad libre y emancipada? Se trata acaso de propender porque los hombres se vuelvan femeninos y las mujeres masculinas, se trata de odiar lo masculino y glorificar lo femenino. Una mirada dialéctica implica por una parte desnaturalizar estas construcciones históricas, presentadas como inmutables, eternas y por ende imposibles de reflexión y transformación. Una praxis revolucionaria en este terreno lleva a luchar en varios espacios de lo político, dentro y fuera de nuestra organización, en ambos construyendo y defendiendo la igualdad desde espacios de diferencia, para atacar la masculinidad dominante patriarcal, promover la emancipación y organización política activa de las mujeres.
Una organización política revolucionaria que lucha por la transformación de la sociedad requiere revolucionarizar los espacios de formación y la subjetividad de sus integrantes. Asumir la construcción social de la masculinidad y de la feminidad como parte del proyecto político implica reflexionar sobre el peso de la herencia patriarcal presente en nuestras relaciones de género, para construir espacios que garanticen toda la organización tranquilidad y seguridad materializadas en prácticas respetuosas y solidarias, llevando al terreno de nuestro programa de lucha por el poder, la democracia y el socialismo la demolición del patriarcado y la emancipación de la mujer.
Un decálogo para una nueva masculinidad tendría en cuenta la promoción y discusión sobre las siguientes actitudes y formas de pensar:
1. Deconstruir el lugar de privilegio histórico del hombre, caer en cuenta de estos privilegios y no suponer que existe una igualdad per se entre hombres y mujeres. La igualdad se conquista.
2. No obligar, chantajear, presionar a ninguna mujer a tener relaciones afectivas o sexuales sin tener en cuenta su autodeterminación.
3. Si se decide establecer una relación con una compañera garantizar condiciones de tranquilidad y seguridad que se construyen desde una actitud honesta y leal.
4. Rechazar cualquier comentario, chiste, que denigre de la condición de lo femenino.
5. Compartir las cargas de trabajo de la vida cotidiana, disminuyendo la división sexual entre trabajo intelectual y trabajo en el hogar.
6. Tener en cuenta las condiciones de cada mujer, a la hora de la planificación de las tareas y el trabajo organizativo.
7. Tener cuidado de sí, ser agradable para nosotros mismos y para nuestras compañeras.
8. Respetar, defender y no enlodar la condición de las mujeres dirigentes.
9. Apoyar y promover la organización de las mujeres y su proyección como dirigentes.
10. Asumir que la lucha contra el patriarcado es estratégica y su campo de batalla es tanto el Estado, el territorio, el cuerpo y la subjetividad, y la temporalidad de esta lucha debe darse desde la cotidianidad
[1] 1 El programa de la emancipación revolucionaria de la sociedad y la lucha por lo que Mao planteó sobre "trabajar con ahínco para crear las condiciones en que las clases, el Poder estatal y los partidos políticos desaparezcan de manera natural, y la humanidad entre en el reino de la Gran Armonía", está determinado por lo que Marx y los revolucionarios denominamos "las 4 todas": la supresión de todas las diferencias de clase (o "diferencias de clase en general"); la supresión de todas las relaciones de producción en que estas descansan; la supresión de todas las relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de producción; y la subversión de todas las ideas que brotan de estas relaciones sociales.
[2] 2 Nuestro MODEP, así como las organizaciones que lo integran, se caracteriza por tener entre sus líderes un buen número de mujeres, así como por promover la vinculación, movilización y proyección activa de mujeres, no obstante esta discusión que propone Viento del Sur, pretende
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Movimiento por la defensa de los derechos del pueblo-MODEP-BOGOTA
Vamos por la Democracia, el Poder y el Socialismo.
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